El cine posee
estructuras de construcción compleja para hacer que las cosas sean simples.
Chaplin fue el maestro de la compleja simplicidad. Decía como muchos genios que
la simplicidad es la cosa más difícil de lograr. Sus personajes y sus films de
cuidada elaboración tenían como finalidad algo tan trivial como la risa.
La vida es
también un poco así. A veces trabajamos en la dirección equivocada construyendo
complejidades que nos ayuden a comprender la complejidad, cuando el único
camino para esta es construir cosas simples.
Mi trabajo con
su análisis consistía en el proceso inverso, desenmascarar los complejos
esquemas que se escondían tras su aparente sencillez. Y en ese momento me encontré
en el libro de Chaplin con el que estaba trabajando una entrada de cine que no
era mía, pero que pertenecía a alguien desconocido que vio en el cine hace dos
años justos la misma película que yo vi ayer, También la lluvia.
A partir de aquí la historia puede ser todo lo
simple o compleja que se quiera.
Chaplin me
miraba desde la cubierta trasera de su libro, sonriéndome.
En mi ventana estaba lloviendo.
En mi ventana estaba lloviendo.
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